Tiros de escopeta// By @indiehalda
Por Oscar Hernández
Las protestas por la desaparición de los estudiantes guerrerenses han generado una serie de protestas a nivel nacional e internacional sin precedente en los últimos años.
El movimiento, aunque noble en su exigencia y proceder, presenta un defecto crítico que lo hiere de muerte en su misión de adherir a sectores más amplios de la opinión pública a su causa: su corto alcance.
“Vivos se los llevaron, vivos los queremos. Fue el Estado. Castigo a los responsables” Y hasta ahí. No hay un plan B, porque tampoco está claro cuál es el plan A. Gritos de cientos, de miles que convergen en un callejón sin salida, argumentos que son polvo en las calles que recorren, premisas burdas en forma de pintas que después de limpiarse son olvidadas.
Es momento de afrontarlo: con cada día que pasa las posibilidades de encontrar con vida a los jóvenes se reducen drásticamente. Y razones hay varias:
- Nadie gana con su desaparición, ni siquiera el Estado presuntamente responsable. Si, la detención de la famosa “pareja imperial” es un paso, pero no se ve que el gobierno tenga más ases bajo la manga.
- Detrás de su captura no hay ningún tipo de demanda: rescate, acciones a realizar por su liberación. No hay una sola actividad que pudiera detonar un cambio, al menos no una visible.
- Resulta difícil de creer que unos cautivos tan incómodos para sus captores (por lo incesante de su búsqueda) puedan mantenerse en la penumbra. Cubrir las necesidades básicas de 43 personas sin levantar sospechas se vuelve inverosímil tras más de 5 semanas.
- No somos una dictadura sudamericana setentera. Por más que queramos darle poderes al Estado, la presión mediática vuelve insostenible una detención forzada de esta magnitud, menos prolongarla por tanto tiempo.
- Distintas voces han delineado el escenario que a todas luces parece más probable: que el total o la mayoría de los desaparecidos fueron asesinados. El caso más representativo es el del padre Solalinde, que no obtenía beneficio por sus palabras duras pero muy probablemente ciertas.
Una vez dando este paso en la narrativa, el movimiento pierde fuerza de forma irremediable. ¿Justicia? Claro, la merecen, así como los padres de la guardería ABC (un crimen aún más abominable que el de Ayotzinapa), los padres de hijos desaparecidos o asesinados que son un rosario disperso por todo el país, y también los afectados por la contaminación de las mineras, los desempleados de Mexicana y en general cualquier grupo que ha sufrido los embates de un gobierno que se sabe omnipotente, en un país de más gritones que ciudadanos. Las actuales protestas minimizan el clamor de justicia de estos, pues porque ya pasaron de moda, ¿no?
Si desea trascender, el movimiento de los 43 debería conformar una plataforma más consistente, que exija justicia por igual y no se concentre en el dolor (hasta el mexicano se cansa del drama, y eso que vive sumergido en él). Con las elecciones intermedias a 8 meses de distancia, y aún con las muestras solidarias al movimiento, aún parece difícil que Ayotzinapa le pegue a los partidos en los comicios de julio, sobre todo ¿a quién castigar? ¿Al PRI nacional o al PRD estatal y local?
Antes de las elecciones de 2012, YoSoy132 se presentaba como una plataforma inclusiva, con exigencias bien definidas y el potencial de desviar el barco copetón rumbo a la presidencia. 2 años después, YoSoy132 existe sólo en la memoria como recordatorio de cómo los movimientos sociales en este país están destinados a morir ante la incapacidad de generar resultados en base a lo de siempre: pintas, marchas, mensajes creativos en cartulinas… nada.
México requiere de disparos de experto francotirador para cambiar al sistema, sin embargo no parece conocer otro método que los tiros de escopeta: estruendosos, masivos… y totalmente inútiles.
Albert Einstein lo dejó muy claro: “La locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”.
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