Los deseos
Por Fernando Juárez «El Sargento»
En la infancia la televisión, series, libros y cuentos nos llenan la cabeza con ideas de mundos mágicos, seres fantásticos y realidades más allá de nuestra comprensión, mundos donde solamente la imaginación puede dictar el límite y donde el niño puede creer y hacer lo que sea si lo piensa.
Conforme vamos creciendo nos damos un golpe con la realidad al percatarnos que nada existe, que todos los seres son inventados, que no podemos refugiarnos en otro mundo pues hasta el momento solo conocemos uno, estamos metidos en un plan 100% adulto contemporáneo maduro en el día a día hasta que por azares del destino nos encontramos con los felisologos.
Como adultos nos topamos con aquella sección de las librerías repletas de libros donde nos ofrecen el secreto para la felicidad absoluta, el éxito imparable y la realización plena y sin esfuerzo, nos dejamos seducir por libros mal escritos y con ideas muy pachecas donde se nos vende el cuento de que todo el universo obedece de alguna manera extraña nuestros más íntimos deseos y que todo sigue un plan maestro, cuyo final lógico e indiscutible es que seamos los numero 1 de todo el mundo, o al menos de México.
Lo peor del mundo es cuando alguien llega y te dice que El alquimista le cambio la vida y que desde que lo leyó esta en búsqueda de su tesoro, no hay escena más deprimente que ir sentado junto a un hombre que acaba de leer el pequeño cerdo capitalista o el padre rico/padre pobre y que siente que se volverá el nuevo Slim.
En muchas ocasiones me he encontrado con todo eso, y me sigue asombrando como nunca perdemos esa ilusión de ser los que encontraron el hilo negro y que somos los únicos que leen la clave para conseguir la prosperidad mientras vamos sentados o apretados en el transporte público.
Tal vez todo se resume en una búsqueda desde que nos rompen la ilusión de los mundos de fantasía, el querer volver a soñar e ilusionarse con una realidad que se incline ante nosotros, un mundo donde todo sea a nuestro gusto y donde seamos unos reyes chiquitos.
Tal vez todo es querer volver a ser niños aunque sea mientras leemos un libro y tener la ilusión de que ahora si se cumplirán nuestros deseos, aunque sepamos muy bien que las cosas no funcionan así.
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