Esa delgada línea @silixone
Por Sr. Suave
Una tarde de esta temporada de crisis, un cliente llega a un “conocidísimo” bar de la ciudad, -que por cierto se encontraba vacío- y pide una cerveza. El mesero, lo reconoce por la regularidad con la que asiste el cliente al establecimiento y como siempre le atiende con una sonrisa tan grande como su amabilidad.
El tiempo, implacable como es, había marcado tres horas en el reloj desde que el cliente había llegado al establecimiento, y durante este tiempo, llevaba aproximadamente 5 cervezas y naturalmente, la sobriedad ya se había despedido. Es bien sabido que bajo el efecto del alcohol, muchas personas tienden a sentirse un poco más seguras o simplemente su personalidad real sale a flote, en este caso, la timidez característica del cliente se fue a dar un paseo, dando rienda suelta al Mauricio Garcés que este cuate llevaba adentro.
De volada, solicitó al mesero que pusiera, música de su agrado, canciones de Cristian Castro, Miriam Hernández, Marisela, Rocio Banquels, petición que naturalmente le fue negada, dado que el concepto del lugar es para atraer clientes, así que abiertamente comenzó a demandar que se pusieran sus canciones.
El mesero que atendía su única mesa, con la finalidad de ser agraciado con una propina, justificándose en el servicio accedió finalmente, después de la atosigante insistencia, a poner tres canciones que se le habían solicitad. Grave error. Después de escuchar sus peticiones vueltas realidad, el bar parecía sede de reunión de mujeres despechadas, el tipo cantando fuerte, bien culero y con un sentimiento a flor de piel que parecía que él mismo estaba dando un concierto. Al finalizar las tres canciones, nuevamente exige que sus rolas se sigan tocando, pero ya no era una petición más, ya se encontraba exigiendo que no se dejara de tocar esa música, culera o no, no era la onda del bar, pero en ese estado (aparte no entiendo cómo se puede poner alguien tan estúpido con cinco cervezas, pero bueno), ya no entendía razones este cuate, quería que se le repitiera eternamente una canción, sólo quería escuchar una y otra vez la misma rola.
Amablemente, el propietario del establecimiento le explicó, sin éxito, aproximadamente cinco mil veces que el concepto del bar era diferente, una ondita relajada, sin posturas, pero simplemente no era posible estar escuchando la misma rola una y otra y otra vez. Al cliente poco parecía importarle y exigía su canción. Sin ser esto suficiente, de cuando en cuando intentaba acariciar la mejilla del propietario y al igual que cada explicación de porqué no se le ponían sus rolas, le valían madre las advertencias que se le hacían a no seguir intentando esas pendejadas.
Finalmente, a punto de ser masacrado a golpes por el propietario, asertivamente, éste le pidió al mesero que cobrara la cuenta del muchacho y lo sacara del bar.
No pretendo satanizar la peda, el coqueteo o la orientación sexual de cada quien, no, al contrario, yo soy un aficionado apasionado de echar unos tragos, del cotorreo, de hacer cuates, conocer gente y todo lo que termine en desmadre, completamente a favor del ligue, lo que sea. El punto es siempre tener respeto por quienes te rodean, ya que cuando falta esto, es ahí en donde empiezan los problemas.
Mientras redactaba estas líneas, me acordé de una escena de la película Pulp Fiction, cuando Vincent Vega hace un breve monólogo frente al espejo para recordarse que estaba sólo para acompañar a la esposa de su jefe y se dice:
– Una copa y se acabó.
– No seas grosero, tómate tu copa, pero rápido.
– Di buenas noches y vete a tu casa.
Así que dices: “Buenas noches, fue una gran velada, sales por la puerta, te metes a tu auto, vas a tu casa, te masturbas y se acabó”
Por ahí apúntenlo, creo que es una recomendación para todos los weyes mala-copa que les gusta forzar mucho las cosas. Neta, banda no se expongan, tengan cuidado de no confundir las cosas, de no confundir un buen servicio con coqueteo. Tengan cuidado de no cruzar esa delgada línea llamada respeto.
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