El tronco
Por Luis Fabián Fuentes Cortés
Era la final de la liga de barrios, los equipos que habían logrado llegar eran el Clicas United y Los Leones de la Avenida. Ambos equipos lucían a sus estrellas. En el Clicas la estrella era “El Bote” González.
Había jugado en algún tiempo en la primera división nacional. Sin embargo, jamás pudo gobernar su gusto por la cerveza y terminó como gran estrella de la liga de barrios. Era un hábil delantero y todo indicaba que por quinta ocasión sería el máximo goleador de la liga.
En la banca de los Clicas El tronco López permanecía sentado viendo el juego. El entrenador había decidido que ese día el tronco no iba a alinear. Durante toda la temporada el tronco había sido un titular virtual. No era que el tronco fuera bueno. El mote no era gratuito. La cancha de la liga era un pésimo terreno.
Lleno de pozos y charcos, para colmo, al centro del campo había un poste de la compañía de electricidad. Pero, cuando alineaba el tronco, la cancha tenía un poste adicional.
La razón por la cual el tronco había estado presente en todos los juegos era por la ausencia de los titulares. La liga les exigía mínimo siete jugadores presentes para no dar el juego por default.
Cuando armaron el equipo del Clicas, se pensó en dejar tres jugadores de banca. Pero una vez que arrancó la liga, los titulares rara vez se presentaban o llegaban tarde. Esto permitió que el tronco se convirtiera en titular. Aunque siempre era el primer cambio que el entrenador realizaba, en cuanto llegaba alguno de los titulares, el tronco salía del juego.
Pero, esta vez era la final. Todos los jugadores habían llegado puntuales. Así que los Clicas lucían su cuadro de ensueño.
Arrancó el partido y en poco tiempo se armó la gran batalla. El bote, haciendo gala de su habilidad puso adelante a los clicas a los diez minutos. Pero los leones apretaron la marca. El bote desapareció el resto del primer tiempo y los leones anotaron dos veces dando vuelta al marcador. Así se fueron al descanso.
El entrenador cambió de lado de la cancha al bote e hizo un cambio. Sacó a un medio y metió a un delantero para aliviar la marca sobre el bote. Así salieron a la cancha. El resultado de los cambios vino en el inmediato. El bote comenzó a surtir balones a los delanteros y cayeron dos goles a los diez y quince minutos del segundo tiempo.
Los clicas estaban nuevamente arriba y el tronco seguía en la banca. El partido se apretó. Las faltas se volvieron cosa corriente. Y uno de los clicas cayó lesionado. El entrenador mandó a calentar a la banca, pero el tronco no fue el elegido.
Los leones, a base de una gran insistencia emparejaron el juego y se decretaron los tiempos extra. Los jugadores estaban terriblemente cansados. El juego había sido una gran batalla y ahora se prolongaba.
A los diez minutos del primer tiempo extra, vino la tragedia para los clicas. El bote cojeaba por un calambre y ya no podía más. El entrenador miró a su banca y puso cara de desconsuelo, no tenía opción. El tronco jugaría la final y su estrella tendría que venir a la banca.
El tronco estaba feliz. Jugaría el partido de su sueño. La gran final. Así que entró ilusionado y se fue a su posición habitual: La defensa. Como buen tronco, estorbaba todos los avances, solo eso, sus nulas habilidades no le daban para más. Pero su esfuerzo hacía.
El goleador de los leones, tipo hábil y colmilludo notó que por ahí estaba la papa. Se pegó al tronco y esperó, era cuestión de tiempo. El pase fue bueno. El tronco lo veía venir. Lo intentó, debía desarmar la jugada, una gota de sudor frío resbaló por su frente mientras la bola se le escondía. Su último movimiento le permitió ver de reojo como el delantero ametrallaba al portero poniendo el marcador 4 a 3 a favor de los leones. El tronco no lo podía creer.
Era su momento de gloria y se iba por el sanitario. Haber detenido ese avance lo hubiera puesto a la altura del bote, pero ahora era solo el tronco. Tronco naciste y tronco te quedarás.
La madre del tronco era vitoreada desde la banca y la tribuna. Los clicas apretaron el paso pero no era suficiente. Pero los leones se cerraron atrás y no dejaban pasar ni el viento. Además los clicas sin el bote no tenían capacidad ofensiva. El árbitro silbó el final. El bote y el tronco lloraban. Mientras al bote lo acompañaba el resto del equipo, el tronco lloraba solo en el poste al centro del campo.
El tronco jamás volvió a jugar fútbol.
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