Calidad educativa, gratuidad, competencias y los alumnos del politécnico// Por Luis Fabián Cortés
Por Luis Fabián Fuentes Cortés
Hasta hace algunos años, en la mayoría de las instituciones del nivel superior, entendidas estas como instituciones donde se ofertan planes de estudio a nivel licenciatura, hablar de universidades es otro asunto, la única forma de titulación era hacer tesis.
La tesis, que no es lo mismo que hacer un libro, como algunos estudiantes y profesores “universitarios” piensan, es un trabajo que representa la culminación de un programa de estudios, en el cual se realiza una investigación para resolver un problema de aplicación propio del campo de estudios que se ha cursado. Esto representa un esfuerzo adicional y creativo que no cualquier egresado está dispuesto a realizar.
El sistema económico obliga a los estudiantes a insertarse de inmediato en el mercado laboral: o comemos o hacemos tesis.
Desde el punto de vista que exige el modelo por competencias, la calidad educativa se basa en indicadores cuantitativos. Este razonamiento llevó a la conclusión de que una escuela que titulaba menos estudiantes carecía de calidad. Entonces, para que una institución pudiera considerarse en estándares de calidad debería de aumentar sus titulaciones.
Esto llevó a las instituciones a reducir las exigencias y aumentar las formas en que se pudiera titular a los egresados. Surgieron múltiples formatos, desde la titulación por promedio, hasta el infame CENEVAL. Esto fue aplaudido por múltiples instituciones, publicas y privadas. Por un lado, les permitía mejorar sus números y a los estudiantes les simplificó obtener un documento que les permitiera integrarse al mercado laboral.
Sin embargo, los estudiantes ya no tienen que preocuparse por conocer o no el campo de estudios, simplemente hay que obtener el mentado papelito para subir en el escalafón de la empresa y generar mayores ingresos salariales inclusive en sectores laborales desvinculados del área que se estudió. Es decir, no se atacó el problema de fondo: las necesidades económicas de los egresados, los cuales deberían tener empleos dignos que les permitieran tener un ingreso adecuado y facilidad para terminar su tesis.
La vinculación mediante prácticas profesionales solo garantiza mano de obra gratuita a las empresas, las cuales no tienen obligaciones con los practicantes, salvo expedir una hoja con una firma y largas horas de explotación bajo la máscara de aprendizaje de campo.
En un segundo plano, el modelo de calidad educativa, se orientó a la deserción escolar. Mientras más alumnos egresan, más calidad se tiene. Entonces, hay que disminuir la cantidad de alumnos que abandonan la escuela a causa de la reprobación. Actualmente, los profesores sufren con el terrorismo de los indicadores. Si no aprueba un porcentaje de estudiantes, el profesor pone en riesgo su empleo.
Entonces, al igual que en la titulación, se titula y aprueba alumnos a la menor provocación con tal de cumplir con los famosos indicadores de calidad. Se cambiaron retículas, disminuyendo contenidos y asignaturas que causaban altos niveles de reprobación. En algunos tecnológicos del estado, donde el esquema por competencias es una realidad sobre ruedas, se pueden observar tesis que solo documentan procesos de empresas, es decir los describen pero no aportan nada ni resuelven nada, monografías realizadas por copy – paste y egresados que no dominan las bases de su profesión pero presumen boletas con dieces.
Una vez más, no se atacan otros problemas que sí representan un fondo respecto a la deserción escolar: los alumnos que abandonan por cuestiones económicas la escuela, los cuales son más que los que lo hacen por reprobación. Al contrario, algunas instituciones imponen cuotas, algunas hasta sacadas de la manga, y les ponen nombres bonitos como “voluntaria”, “apoyo y solidaridad institucional”, las cuales terminan en la construcción de cafeterías que son administradas dentro de instituciones públicas por gente de la iniciativa privada, es decir, la ganancia queda desvinculada de la escuela, no así los costos de construcción.
Los alumnos de la mayoría de las instituciones hacen caso omiso de este tipo de cosas. Consideran que les hacen un favor facilitándoles aprobar materias y titularse. No consideran que en el esquema del sistema capitalista, bajo oferta y demanda, la mano de obra es una mercancía, mientras más titulados tengan, se les puede ofrecer menor salario, contrataciones temporales y jornadas más largas de trabajo y si no las aceptan, hay más titulados en la fila esperando una oportunidad por un trabajo precario.
La reforma laboral aprobada hace dos años es el complemento adecuado al sistema de educación por competencias. La mayor parte de la industria en nuestro país es maquiladora, entonces solo requiere administradores de la producción, por ende, no importan contenidos científicos, para los intereses de los dueños del capital es mejor tener una educación tecnificada alejada de la formación crítica y científica y tener además una lista de espera de egresados que les permita reducir salarios. Los gobiernos estatales y federales han actuado apoyando este tipo de políticas educativas y en algunos casos buscan imponerlas a todo costo.
En la UMSNH, este tipo de políticas ha dado pie al Movimiento por la Gratuidad. Pero esto no es común en la mayoría de las instituciones, en varias universidades públicas y privadas e institutos tecnológicos, los mismos estudiantes suscriben, apoyan e imponen la aplicación de estas políticas en sus escuelas, pensando en que “les hacen un favor” regalando documentos.
En el caso del Instituto Politécnico Nacional, podemos ver un movimiento de estudiantes luchando contra esta serie de reformas que se imponen desde el Estado para beneficiar a los empresarios. Es de aplaudir que los alumnos lean esta realidad y confronten a la autoridad. Y más aún, la capacidad de pensar que la educación no está desvinculada de la cuestión política.
¿Por qué los estudiantes de una institución autónoma tendrían que negociar con Osorio Chong, el secretario de gobernación, para anular un reglamento interno? ¿Nos sirve una educación de papel con contenidos vacíos en nuestras instituciones educativas y repartir títulos como enchiladas en kermes para cumplir con indicadores? ¿Es más importante cumplir con los números o atacar las causas económicas del rezago escolar? ¿Nos sirven los empleos precarizados y desvinculados de la formación profesional? ¿Nos sirve una universidad de papel?
Facebook.com/columnachangoonga
columnachangoonga@gmail.com
Changoonga.com no necesariamente adopta como suyos los choros, chorizos, morongas y chistorras publicados en ella y deja en sus respectivos padres (autores) la responsabilidad de todas las barrabasadas y debrayes que aquí plasman, producto de las ardillas hiperactivas que habitan en sus macetas. Si te gusta, ¡dale like/ rt y comparte!