Acá, pasándome el alto
Por Sr. Suave
Eran como las 10 de la mañana y ya andaba en chinga, corriendo para ir a un cajero automático a sacar dinero para pagar una chamba que acababan de hacer en el restaurant que atiendo; como aún no habríamos al público, nos encontrábamos aún en la etapa de remodelación, no había una caja de la cual pudiera disponer de efectivo, por lo que asistí lo más rápido que pude al cajero más cercano, que se encontraba a una cuadra de distancia.
Así que ahí voy en chinga para encontrarme que la línea que se formaba por la gente ahí esperando era bastante larga, e incluso salía de la institución bancaria a la avenida en donde se sitúa la misma.
Sin más remedio que hacer a un lado la prisa, me paré justo detrás de la última persona en dicha línea a esperar mi turno. Antes de que terminara de acomodarme en la cantera afuera de dicho establecimiento, escuché una serie de ruidos que me hacen pensar que se le cayó una caja de refrescos a un wey o algo así; cuando levanté la mirada, observé que un automóvil acababa de arrollar a un chavo de aproximadamente 21 años de edad con aparente deficiencia mental que llevaba unos envases de cristal en la mano.
La persona que conducía la unidad era un señor, acompañado de su esposa, creo yo, ambos de avanzada edad, quienes se encontraban en shock ante el incidente y con la indecisión de darse a la fuga o quedarse y hacerse responsable. Todo esto ocurrió en un lapso de no más de 8 segundos, voltee a mi alrededor y me percaté que todos los que estaban en la fila ya estaban al bode de la banqueta viendo “a ver en qué ayudaban”, ya saben, los acomedidos, que si levantan al chavo, que no lo muevan, que no le quiten el aire, que hay que cuidar que no se escape el chofer y claro, de todos lados se escuchaban opiniones divididas de la banda que andaban por la avenida caminando, “que se vaya el viejito, que ahí lo deje, que se vaya”,” no se vaya a escapar, hay que agarrarlo”, chale, la policía civil queriendo impartir justicia por su propio criterio, chale.
Lo primero que pensé al escuchar a todos esos cábulas emitiendo juicios al por mayor, fue “a ver si no me chingan si me les meto a todo los de la fila” y sin broncas, que me tiendo de volada sobre el cajero, ya estaba terminando su transacción el fulano del principio y con permiso, que empiezo a teclearle machín para sacar mis centavitos. De volada terminé la operación que, por más que uno se dé prisa no es así, ya que los cajeros se toman su tiempo (algo así como que si los cajeros automáticos fueran personas serían los de atención a clientes de telcel por lentos, no, ahora sí exageré, nada puede ser tan lento como ese servicio), entonces sí me llevé mis minutillos ahí.
Cuando retiro mi tarjeta y me pongo en marcha, me doy cuenta que ni una sola persona de las que estaban en fila se encontraba en su lugar original, todos permanecían a la orilla de la banqueta observando al bato que estaba tirado en el suelo, al conductor del automóvil y a la acompañante, no había ningún elemento de tránsito o policía y nadie tenía ni idea de qué había pasado, pero ahí estaban, cada vez más y más personas haciendo un caos vial de repercusión de aproximadamente 10 cuadras, sin exagerar, en menos de 7 minutos. Un pitadero de carros, camionetas, camiones, la gente, el bato tirado en el suelo, sangrando, el ruco con el estrés bien machín, en fin, un verdadero desmadre y sólo por pasarse un alto.
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