Los rebeldes 14… ¿Tiene dibujitos? Si no, que flojera.
By: Itzia Ramos
Tengo un amigo muy cercano que aprendió a escribir a los 3 años. Desde ese entonces, ha escrito cuentos y dibujado historietas completas. Creó toda una gama de personajes, y se puso a él como uno de los principales, junto con otras personas cercanas a él. Yo solía aparecer periódicamente.
Tuve el placer de pasar mis últimos años de primaria en una escuela que se enfocaba en la creatividad. Ahí, conocí a varias personas que también escribían, y amaban leer. Si miro en retrospectiva, mi vida ha estado plagada de historias y letras; probablemente eso contribuyó al amor que le tengo a los libros (y a la escritura en general)
Sin embargo, estoy consciente de que esta no es la situación de todo el mundo. Entre más crecí, más me di cuenta que mis gustos son impopulares. He conocido personas que nunca han tomado un libro por gusto en su vida, y ven a la lectura como un acto de cruel tortura. He escuchado demasiadas veces el: “¿Tiene dibujitos? ¡¿No?!… que flojera»
Esto puede atribuirse a la manera en la que aprendemos: las personas visuales suelen estar más atraídas a las imágenes y colores, mientras que las auditivas gravitan hacia las palabras en cualquier presentación… bien, ¡no todo es negativo!
Pero si observamos la prueba ENLACE 2017 (que se aplicó a más de 14 millones de niños, niñas y adolescentes de todo el país), encontraremos que apenas el 43% aprobó la parte de español (osea, unos 5.8 millones)
¿Qué estamos haciendo mal?
Desde mi perspectiva, el error comienza desde los hogares. ¿Cuántas veces le has regalado un libro a un niño o niña pequeña en su cumpleaños? Si eres padre o madre, ¿cuántas veces a la semana lees con tus hijos?
Es más probable ver a un niño con una tableta que con un libro.
Y cuando estos entran a la escuela, la cosa no mejora. Yo sabía leer antes de entrar a la primaria, y aún así esos primeros meses fueron un infierno: memorizábamos letra por letra, y luego las pegábamos una con otra como piezas de Lego, intentando que sonaran bien. Leíamos una y otra vez el mismo texto, hasta que en realidad no lo estábamos leyendo, lo habíamos memorizado y podíamos recitarlo de atrás para adelante.
Teníamos una biblioteca, pero no se nos permitía tocarla, probablemente por miedo a que maltáramos los libros. Teníamos nuestro libro de lectura obligatorio, ¿para qué necesitábamos más?
Es así, con pequeñas acciones, que nos vamos alejando paulatinamente de esta actividad. Luego nos sorprendemos por los resultados de pruebas como la que mencioné hace unos párrafos, y la SEP mira dramáticamente al cielo preguntando “¿Qué hicimos para merecer esto?”… o algo parecido.
¿Pasará algo si no resolvemos este problema? Probablemente no, no nos vamos a hundir más de lo que ya estamos. Pero para empezar, esto podría hacer que los diputados hayan leído más que “El Principito», y prepararía a muchos chicos y chicas para obtener mejores oportunidades. Lo mejor que podemos hacer para empezar el cambio, es con niños y niñas cercanas a nosotros: habla con ellxs, entérate de que les gusta… ¡tal vez haya un libro perfecto para sus gustos!
Y tú, que estás leyendo esto, síguelo haciendo. Aunque sea el periódico, o un libro de cuentos, todo funciona: ¡leer sí te abre muchas puertas! (a menos que sea una revista de chismes de famosos, esas te las cierran)
Como diría mi amigo de las historietas: “¿Qué no podemos hacer nosotros?”
Sin más qué decir por hoy, les dejo. ¡Suerte en su semana!